domingo, 1 de agosto de 2010

"Si ves la sombra de la guadaña, arréglate un poco y pon buena cara".

El otro día vi morir a una persona.
Yo, tan tranquila, tumbada en la arena, tras haber devorado un bocadillo de caballas con pimientos del piquillo, pepinillos y mayonesa, pensaba seriamente en la posibilidad de meterme en el agua y sufrir un corte de digestión.
Ella, tan tranquila, tan sola, tan anciana, metida en el agua pensando en hacerse unos largos y en subir a casa a dar de comer a sus mascotas y/o familia.

La Muerte ha hablado "HOY, TE HA TOCADO A TÍ".
No, no, a mí no. A aquella mujer del bañador verde que está a diez metros de mí.

Me pregunto si es cuestión de puntería.
De fallar o acertar, ya sabes.

En cualquier caso, un infarto cerebral, lo más típico entre personas de esa edad, fue la causa de su muerte. Y la salvación de no ser arrollada poco a poco y ridículamente a cualquier sitio por las mareas, fue otra típica anciana solitaria y sufridora de un infarto cerebral en potencia.
O de un corte de digestión,
¿por qué no?

Cuatro fueron los jinetes apocalípticos y considerados chicos que acudieron en su búsqueda y la llevaron hacia la orilla, para colocarla bocarriba.
Uno el Vigilante de la Playa que insistió en su recuperación con un esperado fracaso.
Cinco policías, más de doscientas personas sedientas de información morbosa alrrededor del cadaver. El cincuenta por ciento de ellos, niños.
Una sirena, una ambulancia, un cadaver que analizar.
Ochenta y seis años de edad.


Bueno, no sé, todas las vidas de este mundo tienen una fecha de caducidad. La verdad es que es absurdo que te coja por sorpresa.

Te das cuenta de que la vida tampoco mola tanto, de que el ochenta o el noventa por ciento del tiempo te lo has pasado teniendo paciencia y soñando con vivir otras vidas más felices que la tuya, teniendo la esperanza de que todo cambiará y de que todo irá a mejor.
En fin, odiando quien eres, queriendo cambiar cada fallo que te hace mortal y esperando nosequé cosa del azar divino, y derrepente.. PAM! mientras piensas que estás llevando a cabo el acto más sano del día, la palmas.
Te mueres, y ya está.
Y no te da tiempo ni de preguntar por qué.
Ahora, en vida (osea, en este momento en el que das por seguro que no te vas a morir)lo único que desearías de la muerte sería no agonizar.
Posiblemente, morir dormido, o follando.. o de un infarto cerebral a la edad de ochenta y seis años.
No está tan mal, y siempre tendrás tu público. Incluso tu historia publicada en internet a saber cuantas veces (entre doscientas personas, seguro que alguna habría con fotolog, tuenti, twitter o.. con incluso un blog!), tu esquela en el periódico, tu leyenda urbana acerca de que moriste de una indigestión; el ejemplo perfecto para que las abuelas les digan a sus nietos que deben esperar antes de meterse en el agua.
Jamás tendrás tanto protagonismo.
Créeme, serás un heroe.
Y sólo por caducar.
Me pregunto cómo de diferente serán ahora las vidas de sus allegados. Claro, a ellos si les pilla por sorpresa.
Esto es lo único que me da pena de una muerte.

Y me di cuenta allí mismo, mientras me limpiaba los restos de aceite de la boca antes de dirigirme a la parte del agua donde menos daba la marea, y por tanto, donde menos repulsivas algas me fuese a encontrar en mi veraniego baño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario