martes, 19 de octubre de 2010

Especialmente Gilipollas.

Siempre luché por mantenerme al margen de las etiquetas sociales.

No es que me crea alguien especial.
Bueno, en realidad creerse alguien especial es casi como una tendencia psicológica y silenciosa del ser humano. No obstante, ahora me decanto por ser modesta.
A lo que iba, más que por una obligación de pertenecer a toda costa a esa parte de la alternativa social, en mi caso, es más bien aburrimiento y cumplimiento de algún principio que otro que me labro con el sudor y las arrugas de mi frente.
Me refiero a aquello de "ser".
Soy punki, soy rapera, soy yonky o comunista, y visto, hablo y calzo como tal punto de referencia.
Durante un tiempo, si, bueno, puedo verme inmersa en algún que otro submundo de esos, pero al cabo del mismo siempre encontraré suficientes razones como para no tomármelo en serio. Y me aburriré, y lo criticaré, y blasfemaré contra él, y nunca más querré formar parte de ello.

Sin embargo,
si hay algunas etiquetas en esta vida que me cuelgan son aquellas que hablan sobre trastornos mentales.
Me apasionan.
Yo los tengo todos.
Y si no es verdad, al menos te digo que vivo con la ilusión de tenerlos.

Como el ser bipolar.


Por ejemplo, con el tema de las mañanas.

Si, el concepto de "mañana" como parte del día yo diría que es lo que más sufro y disfruto en mi intensa vida en sociedad.

Si son mañanas empalmadas con la noche, son mañanas bonitas. Los momentos más disfrutones que mi experiencia dicta. Los momentos más hedónicos, los más instintivos y los más memorablemente enternecedores.

Las que odio a rabiar son las otras.
Ya sabes, las otras, las que dan fatiga de la mala. Yo lo definiría en mi caso como un subtrastorno de la bipolaridad. El odio y el sufrimiento están ahí hasta tal punto de manifestarse en modo de mala hostia mañanera, depresión, ansiedad; trayendo como consecuencia una increible falta de voluntad a la hora de levantarme de la cama.
Consecuencia o causa, en fin, qué más da ocho que ochenta.

Tengo que admitir que aún no he hecho de ésto algo enfermizo, pero, sin dudar, si inventaran algún día un vacuna contra la alergia laboral, creo que me lo pensaría.
Aunque al final me inclinaría más por aburrirme, criticarla, insultarla y por vacunarme dos veces en contra de ella y no volver a querer saber más nada del tema.

Es increible como fluye siempre mi imaginación en altas horas como esta. Exactamente, las 03:29 a.m.
Ahora me despido,
y me voy a dormir.
Mañana por la mañana iré a echar mi brillante curriculum vitae al McDonalds.

Por último, modestias a parte de una puta vez, añadiré que esto no daña para nada a la integridad de mi persona.
Seguiré luchando sin rendirme por ser aquella persona orgullosa de sí misma, al margen de todo lo demás.
Una persona ejemplar,
única,
y por supuesto,
especial.